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dc.contributor.authorDIEZ IRIZAR, GISELA AQUILEA-
dc.creatorDIEZ IRIZAR, GISELA AQUILEA; 303156es_MX
dc.date.accessioned2021-02-11T18:43:23Z-
dc.date.available2021-02-11T18:43:23Z-
dc.date.issued2016-09-01-
dc.identifier.citationDiez-Irizar, G. A. (2016). COMPETENTE EN LA COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA EN ESPAÑOL: DE LA FICCIÓN A LA REALIDAD. Acalán Revista de la Universidad Autónoma del Carmen. pp.19-24. Septiembre-Diciembre, 2016 No.103,ISSN: 1405-9401.es_MX
dc.identifier.issn1405-9401-
dc.identifier.urihttp://www.repositorio.unacar.mx/jspui/handle/1030620191/452-
dc.descriptionEl proceso de enseñanza-aprendizaje en todas las épocas y en cualquier país es complejo puesto que son muchos los factores que intervienen en su planificación, desde el centro educativo y los actores involucrados en él hasta el que parecería el momento más sencillo: la clase en el salón. Todos se implican para desempeñar la función más importante que es hacer llegar los conocimientos a los estudiantes. Yo siempre quise ser maestra. Recuerdo que con mucho entusiasmo y actitud me ponía ante mi perrito y la pizarrita pequeña que me trajeron los Reyes Magos, cuando estaba en cuarto grado. Ahí descubrí mi vocación empírica. Quien no estaba muy contenta era mi mascota al que trataba para que conjugara verbos, repitiera oraciones y sobre todo, se “portara bien”, no se moviera y prestara atención. Si él hubiera hablado … estoy segura de que no me habrían gustado sus comentarios. A esa edad y ante semejante alumno, toda la enseñanza me parecía muy fácil, hablar y escuchar; leer y copiar en el pizarrón, aunque tampoco podía imaginar para qué le serviría a mi pobre perro aprender la conjugación de los verbos en español, ni ordenar el sujeto y el predicado en una oración, tampoco crear párrafos coherentes, empleando conectores con el significado correcto, y mucho menos hacer una exposición oral fluida y motivante sobre un tema determinado. Eso sí, mi alumno preferido me escuchaba: era lo más importante para mí, que escuchara y se estuviera tranquilo. Las prácticas iniciales con mi mascota se repitieron con mis amiguitas, después con los niños del barrio que estaban enfermos que no podían ir a la escuela, más tarde en el salón cuando estaba ocupada mi maestra quien me dejaba para que revisara las tareas de mis compañeros -con la respuesta en la mano para que no me perdiera. ¡Cuántas horas le dedicaba a copiar en el pizarrón, a copiar en las libretas, a leer un libro que había un solo ejemplar en la biblioteca, a hacer tantas planas cuando me equivocaba otra vez!es_MX
dc.description.abstractEl proceso de enseñanza-aprendizaje en todas las épocas y en cualquier país es complejo puesto que son muchos los factores que intervienen en su planificación, desde el centro educativo y los actores involucrados en él hasta el que parecería el momento más sencillo: la clase en el salón. Todos se implican para desempeñar la función más importante que es hacer llegar los conocimientos a los estudiantes. Yo siempre quise ser maestra. Recuerdo que con mucho entusiasmo y actitud me ponía ante mi perrito y la pizarrita pequeña que me trajeron los Reyes Magos, cuando estaba en cuarto grado. Ahí descubrí mi vocación empírica. Quien no estaba muy contenta era mi mascota al que trataba para que conjugara verbos, repitiera oraciones y sobre todo, se “portara bien”, no se moviera y prestara atención. Si él hubiera hablado … estoy segura de que no me habrían gustado sus comentarios. A esa edad y ante semejante alumno, toda la enseñanza me parecía muy fácil, hablar y escuchar; leer y copiar en el pizarrón, aunque tampoco podía imaginar para qué le serviría a mi pobre perro aprender la conjugación de los verbos en español, ni ordenar el sujeto y el predicado en una oración, tampoco crear párrafos coherentes, empleando conectores con el significado correcto, y mucho menos hacer una exposición oral fluida y motivante sobre un tema determinado. Eso sí, mi alumno preferido me escuchaba: era lo más importante para mí, que escuchara y se estuviera tranquilo. Las prácticas iniciales con mi mascota se repitieron con mis amiguitas, después con los niños del barrio que estaban enfermos que no podían ir a la escuela, más tarde en el salón cuando estaba ocupada mi maestra quien me dejaba para que revisara las tareas de mis compañeros -con la respuesta en la mano para que no me perdiera. ¡Cuántas horas le dedicaba a copiar en el pizarrón, a copiar en las libretas, a leer un libro que había un solo ejemplar en la biblioteca, a hacer tantas planas cuando me equivocaba otra vez!es_MX
dc.formatpdfes_MX
dc.language.isospaes_MX
dc.publisherAcalán Revista de la Universidad Autónoma del Carmenes_MX
dc.relation.ispartofseries1;103-
dc.subjectCOMUNICACION ORALes_MX
dc.subjectCOMUNICACION ESCRITAes_MX
dc.titleCOMPETENTE EN LA COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA EN ESPAÑOL: DE LA FICCIÓN A LA REALIDADes_MX
dc.typeArticlees_MX
dc.audiencegeneralPublices_MX
dc.identificator4es_MX
dc.type.conacytarticlees_MX
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